Cartas al director de HERALDO: El invierno, tiempo de recogimiento interior | Opinión
El invierno, tiempo de recogimiento interior
‘Invierno’ viene del latín ‘hibernus’.
El tiempo invernal se caracteriza por días cortos, noches largas y temperaturas más bajas a medida. Nos influye y nos hace mas vulnerables. Se destaca por las Navidades, con nuestras tradiciones, cuando nevaba como antes en estas fechas entrañables. Es un tiempo de reflexión. Invierno huele a hogar y fogón, a leña y lumbre, a recogimiento y solidaridad. Los animales que hibernan ralentizan su frecuencia cardiaca y bajan la temperatura corporal, incrementan su grasa para preservarse del frío. Pueden sobrevivir largos periodos sin comer. Recuerdo el invierno de mi infancia, con mesa camilla y brasero y en la cama mantas y bolsas de agua caliente. Mi padre nos daba un beso y nos tapaba ‘a modo de croqueta’, casi sin podernos mover. Era su forma de darnos las buenas noches. Lo que se recibe de pequeña se recuerda de mayor. El principio y el final coinciden y se solapan. El invierno huele a nostalgia y cuidados, a calentar la piel, las manos y los pies. Sabe a origen maternal entre unos brazos requeridos y tiernos. Y a corridas por donde fuera, porque no nos gustaba que nos apretaran las narices para recogernos los mocos que se mezclaban con el pasamontañas y que nos ponían para ir a la escuela cada mañana nuestras madres. Solo los ojos se nos veían. El invierno, en edad avanzada, nos lleva a recogernos en casa. A veces, a cultivar la soledad. Rememoramos el pasado más que la memoria a corto plazo. Recurrimos a las lecturas pendientes. A películas en las plataformas. La cocina también nos entretiene y alguna otra habilidad, como las diferentes labores. O bien, simples crucigramas en la sobremesa. Cobijémonos en el invierno interior, donde el sosiego y el silencio sean llamas de luz, y trasmitamos su ternura y calor a nuestro alrededor. ¡Feliz Navidad!
Menchu Gil Ciria. ZARAGOZA
El precio de unas gafas
Por definición, el comercio nunca fue altruista, su finalidad es ganar dinero, o desaparecer. Una política de rebajas sólo puede entenderse sin traspasar ciertas líneas rojas, en que de tan bajo precio se llegue a perder dinero. Hace unos días fui con mi primo Javi, para regalarle unas gafas de sol (que deberían ser gafas de sombra), por su cumpleaños y que ha encontrado trabajo de fisio. Eran unas gafas de marca, yo esperaba un precio en consonancia, pero para mi sorpresa me dijo un precio irrisorio, a lo que repliqué que ni me gustaba que nadie se me comiera el pan, ya tenemos al Estado, Falcon y Galapagar, pero mucho menos comerme yo el pan de nadie, por lo que le pedí que subiese el precio. A lo que él adujo: “Este es el precio al que las estoy vendiendo; este es un comercio a precio fijo, no un bazar”. Para ‘desfacer’ el enroque, me subió unos euros, de modo que el precio había variado, pero continuaba siendo bajo. Solución muy salomónica, con sabiduría, prudencia y ecuanimidad. A la salida de la óptica pensé a quién me recordaba esta persona, y enseguida me vino a la mente la obra de Ramón J. Sender ‘Mr. Witt en el Cantón’. Por eso, tras comentarlo con un colega profesor, por haber usurpado tus funciones, ‘I am sorry, Mr. Sergio’. Pero, sin que nadie nos oiga, ‘congratulations!’
Isidoro Berdié Bueno. ZARAGOZA
Los excesos de las terrazas
Vivo en el centro y me cuesta cada vez más entender qué está ocurriendo con el espacio en las calles y en las plazas de Zaragoza. De repente, nos hemos encontrado con un daño postpandemia, la ayuda a la hostelería para evitar su hundimiento, para ayudarnos a nosotros mismos a superar los efectos adversos de la pandemia ha llevado, en primer lugar, a que todo bar, pub, garito o restaurante coloque una terraza en la que recuperar los ‘no ingresos’ de la pandemia. Y en segundo lugar, dentro del ánimo expansionista de estas terrazas o veladores, a invadir el espacio público, permanentemente, ocultando incluso estatuas, vistas y perspectivas de la ciudad, de nuestra ciudad, con el supermobiliario sobredimensionado de mesas, sillas y, sobre todo, esos toldos gigantes. ¿Quién ha autorizado en mi nombre, como ciudadano, a ocupar los espacios públicos permanentemente, de qué modo esto aporta mejor calidad de vida al ciudadano o de qué manera beneficia a la imagen que de nuestra ciudad queremos proyectar? Bien, pasemos de lo abstracto a lo concreto. Calle Torrenueva, en la esquina con la calle Alfonso, hay una estatua y en la siguiente esquina con la plaza de San Felipe otra estatua de Pablo Gargallo, de modo que la perspectiva permitía ver las dos estatuas y al fondo la entrada al Museo. Ahora no se ven las estatuas, las tapan los toldos y se ha perdido la perspectiva de la entrada del Museo. Misma plaza San Felipe, junto a la entrada al edificio público Torreón Fortea, hay dos grandes islas, cubiertas con un toldo verde y otro blanco que tapan un maremágnum de mesas y sillas, sobresaliendo de la isla unos altos, grandes y feos toldos. De manera que la mirada de la estatua que está sentada mirando lo que fue la Torre Nueva, ahora se tropieza con dos feas montañas de sillas y mesas. Podría seguir calle a calle, plaza a plaza, confrontando lo bueno de las terrazas: el ambiente, muestran una ciudad alegre, viva, confortable, animada… con lo menos bueno, hemos dejado de tener plazas, de tener perspectivas de algunos edificios, hemos adquirido un ruido constante, nos resulta difícil pasear por según qué sitios, hay que dar un rodeo para atravesar según qué plazas… Vaya, no sé si hemos ganado tanto como hemos perdido.
Manuel Vidal de Miguel Gimeno. ZARAGOZA
El voto de Teruel Existe
Parece mentira que se sigan creyendo las fábulas que algunos espabilados van sembrando, como es el caso de lo sucedido con Teruel Existe, que con su voto inclinó la balanza a favor del inefable Sr. Sánchez en el debate de investidura, esperando un trato de favor para los territorios despoblados. A la primera ocasión se ha visto que las recientes adjudicaciones se han realizado con motivos electorales y pensando en los votos a sacar en las próximas elecciones autonómicas, siendo Teruel un pequeño puñado de votos, en comparación con Sevilla. A ver si de una vez se da cuenta el Sr. Guitarte, que es el que de verdad decide, de que los únicos que se acuerdan de Teruel son los empresarios que han sabido ver las perspectivas de transformar un aeropuerto inviable en una empresa de primer orden, y que por lo menos en alguna ocasión se abstenga cuando se vota en las Cortes, sin seguir la cuerda de aquellos a los que les importa un pimiento la despoblación, la España rural y en general todo lo que no sea seguir aferrados al sillón. Estoy seguro de que en Teruel ‘no existe’ el más mínimo sentimiento nacionalista ni separatista, por lo que si hay ocasión espero que se signifiquen los sentimientos de los aragoneses, lo que no es mucho pedir.
Javier Sánchez Íñigo. ZARAGOZA
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